En los plenos de muchos Ayuntamientos, se hace una lectura rápida y previa de datos mensuales sobre la situación socioeconómica de la ciudad: el paro, los censos, las altas y bajas industriales… es una buena manera de disminuir el tiempo para los sempiternos “brindis al sol” que distraen del sano municipalismo que en muchas sesiones queda desatendido: la promoción y gestión económica, las plantillas, la seguridad, la cultura y los servicios sociales.
En Sant Boi contamos con 2.200 hectáreas. 800 de ellas son del Parc Agrari y aunque la gestión de este ente es autónoma, que duda cabe que el Ayuntamiento goza de competencias para decidir e influir sobre el quehacer de esta enorme superficie, un latifundio llano con diferentes propietarios y arrendatarios que han aprovechado su rendimiento al máximo por ser tierras de aluvión con fácil regadío pero que ya constituye una actividad declinante en los últimos años.
Desaparecen los cultivadores familiares en gran medida e irrumpen las ventas y los arrendamientos a grupos (Ametller y otros) con objetivos empresariales finalistas a corto plazo. La intempestiva irrupción de infraestructuras con sus servidumbres de paso y la fragmentación de la propiedad con la dificultad de acceso a los cultivos, provoca en muchos casos el abandono del mediano agricultor con problemas de relevo generacional. Todo ello se traduce en extensas superficies sin cultivar que quedan a la espera de futuras expropiaciones como hipotética solución final.
Esto queda demostrado con hechos: Sant Boi con déficit de transporte público, es tierra de paso para tendidos, vías férreas, gaseoductos y tuberías que sirven casi siempre mejor a los municipios colindantes. No seremos victimistas, pero es así.
Pero aún nos queda mucha tierra agrícola castigada por la agroquímica que pide a gritos que se ocupen de ella de otra forma; con una tutela sabia y férrea que la devuelva al cultivo orgánico y natural y que como un principio superior ya desde la FAO, se impulsa porque es rentable y necesaria. Su responsable, Nadia Scialabba, mantiene que en Europa un 1% de los cultivos ya son ecológicos y que el coste de los mismos disminuye cuando el porcentaje aumenta. Ella ha trabajado con agricultoras del tercer mundo y sabe de la miseria de la agroquímica y de los transgénicos. También de su coste para la salud de los cultivadores y consumidores finales.
El camino es claro y la tendencia también. Sant Boi tiene sus cultivos a un kilómetro de Mercabarna. Sin embargo busquen las etiquetas conformes al Km 0 del cultivo de proximidad. No las hay apenas y si las encuentran son sin homologación reglada.
¿Qué pasa en nuestro consistorio, responsable de este gran cortijo? Pues mucha retórica medio ambiental y camisetas verdes en fechas señaladas. Y ahí queda todo. Están bien los huertos comunitarios y el aprovechamiento de yermos y tierras públicas para parados, pero seguimos con el Canal de 1855 y sus compuertas que riegan por inundación en época de sequías crecientes. ¿Para cuándo el gota a gota para acabar con el despilfarro hídrico?
Si tenemos que hacer sacrificios a favor de nuestra agricultura, que se transforme a paso de carga en una defendible desde el punto de vista bioclimático y ambiental. Hoy por hoy un cultivador africano y una pareja francesa de neorurales lo intentan de manera voluntarista, sin ayudas y con algunas burlas. Eso ya ocurrió hace décadas en Alemania, Francia e Italia e incluso cuando en Barcelona, empezó la exitosa y rentable cadena de supermercados ecológicos, “Veritas”. Para tener en cuenta.