El camerunés Roland Fosso describe la odisea que vivió para llegar desde su país hasta Sant Boi a través de un libro, La última frontera. Los vecinos se vuelcan con su historia en un emotivo acto de presentación.
Roland Fosso es un santboiano ejemplar. Vecino del barrio de Casablanca, es un ciudadano implicado con diferentes entidades. Quema petardos con los diables, es casteller y también ha jugado a fútbol con el equipo del barrio. Además, mantiene una buena relación con el rey Baltasar cada principio de enero, llenando de ilusión las miradas de los niños de Sant Boi. Pero para llegar hasta aquí tuvo que superar un viaje de los que marcan de por vida y que, de hecho, estuvo apunto de acabar con la suya.
«Cuando salí de mi tierra nunca pensé que el camino fuese así», confiesa el camerunés durante la presentación del libro en el cual recoge su experiencia, La última frontera, en Can Massallera. Su testimonio consta de cinco intentos de saltar la famosa valla de Melilla, 15 compañeros muertos cruzando el desierto del Sáhara a pie -como hizo la mayoría del viaje-, seis meses trabajando como esclavo de los tuaregs y altercados con traficantes entre otras peripecias que pusieron a prueba su instinto de supervivencia y también su suerte. Una auténtica odisea de dos años, siete meses y dieciocho días atravesando 12 países -y sus respectivas fronteras sin visado- de punta a punta del continente africano.
En aquel entonces no era más que un adolescente y, ahora, sonríe. «O he nacido con una estrella o tengo una flor en el culo», comenta feliz de haber llegado a Sant Boi. «El que no tira para adelante no tiene pan», se reafirma. Valentía, constancia y buen humor. Lección de vida.
Después de aprender castellano y catalán, explica que la clave de su nueva vida está en la integración. «Gracias a ella he conseguido mover a muchas personas para hacer realidad este proyecto», resume. Y es que su libro es una realidad después de formar parte de la lanzadera de economía social Coboi y lograr el apoyo popular mediante una campaña de crowdfunding. «Al principio no sabia ni lo que era Coboi pero me gustaba el ambiente, era divertido», comenta otra vez entre risas ante un público emocionado por su relato.
Los suyos le arroparon en la presentación
Sin lugar a duda, Fosso es alguien especial. De eso te das cuenta cuando oyes a otras personas hablar sobre él. «Es un chico de barrio muy conocido», comenta uno de sus vecinos. A juzgar por lo dicho en la presentación de su libro, que llenó la sala de actos de Can Massallera, también es una persona muy querida. Gente de los diables, de los castellers, del fútbol y otros africanos le arroparon. Incluso fue recibido con tambores de su tierra natal. «Es muy importante que expliques lo que te pasó», advierte uno de sus compatriotas. «Tu historia demuestra que en el mundo de hoy hay mucho miedo al otro y está lleno de racismo», afirma contundente su correctora, Carmen Izquierdo. «Gente como tú demuestra que las fronteras, tarde o pronto, deben caer», sentencia convencida.
Una asistente al acto le pidió que se paseará por los institutos de Sant Boi para dar a conocer su historia entre los más jóvenes. Los representantes municipales tomaron nota de la propuesta. «Los africanos siempre nos recibís con los brazos abiertos y nosotros, lamentablemente, no podemos decir lo mismo», denuncia su amiga Laura Cano.
Sant Boi, ciudad integradora
Pese a la sombra de la xenofobia recientemente desaparecida del ayuntamiento, Sant Boi es una ciudad integradora. Lo fue hace años con la inmigración española y lo es hoy con personas como Fosso.
«Tenemos la obligación de hacer que estas historias vean la luz», asegura rotunda Alba Martínez, concejal de Cooperación, Paz y Solidaridad del ayuntamiento de Sant Boi. «Es un libro muy valioso por la historia y la humanidad que transmite», opina. «Gracias por ser valiente y explicar tu historia», añade la alcaldesa, Lluïsa Moret, dirigiéndose al autor. «Tu historia ejemplifica a muchas otras y se convierte en un símbolo de dignidad», resume Moret.
El presidente de la Comissió Catalana d’Ajuda al Refugiat, Miguel Pajares, definió el libro como «la mejor descripción de la travesía del desierto». Una obra kilómetro cero que explica el sufrimiento vivido a través de miles de kilómetros y la cara más amarga de la inmigración.