Slava Ukraini – Viva Ucrania

Olga Puertas, candidata a la alcaldía de Ciudadanos, a las puertas de Can Massallera // Elisenda Colell
Olga Puertas // Arxiu

No soy de vivas o mueras, exclamaciones que a veces nos delatan en nuestros estados de ánimo, pero que no nos ayudan a reflexionar sobre temas en general, políticos en particular y, mucho menos, cuando estos últimos lo son a escala local.

La guerra contra Ucrania sigue con el mazo ruso descargándose sobre su población civil, sin excluir a nadie, niños o mujeres. Ello está generando un alud de 5 millones, en progresión, de refugiados ucranianos. Solo comparable a los 14 millones de refugiados alemanes del Este al final de 1945 en la Segunda Guerra Mundial. No hay ningún otro precedente.

Se pretende equiparar a otros éxodos: de afganos, sirios, somalíes, subsaharianos. Pero las razones y las cuentas no se pueden trucar a gusto, según sea tu sesgo político o confesional.

Durante años, un país que fue de emigrantes -España- ha carecido de política propia y se han seguido las normas UE en forzadas adaptaciones. Por ello, cuando se producen desbordamientos en el sur africano con la llegada de pateras, o incluso invasiones de menores no acompañados en Ceuta y Melilla, la reacción ante ello es una pobre improvisación y la dilución de responsabilidades.

También, durante los años 70-80, hemos elegido “hermanamientos” con pésimo criterio. En Sant Boi, nuestras ciudades extranjeras “hermanadas”, son la rusa Nóvgorod y la nicaragüense San Miguelito. La primera ha movido a 5.000 viajeros a conocerla en pleno comunismo; a cargo de una asociación subvencionada. La ciudad es sede de industria militar y cambió su nombre de Gorki por el actual San Miguelito. Es una añeja -30 años- querencia por el sandinismo que perdura.

En ambos municipios se incumple la carta ONU de los derechos humanos. Sin embargo, cuando se solicita la “suspensión de los hermanamientos”, la respuesta es apasionadamente contraria. ¿Por qué? Trataré de explicarlo. En los más de 30 años de cooperación internacional santboiana, de tipo casi misional, el balance es pobre. Y lo que son las cosas, en ambas ciudades impera la dictadura, la falta de libertades, las detenciones arbitrarias y las torturas.

Es en San Miguelito donde se ha invertido más; jugando con la baja paridad de su moneda. Allí, el “asistencialismo” prima sobre el autodesarrollo; hasta el punto de aprobarse una red de alcantarillado subvencionada, que desemboca con grave perjuicio ecológico en el lago Cocibolca. Es una muestra del iluso voluntarismo ONG que denuncia David Rieff, el hijo de la Sontag. Vale decir que aunque Sant Boi es ciudad de recursos limitados, resulta ser la cuarta ciudad catalana con una oficina del Refugiado Acnur.

En grave contraste a Sant Vicenç, Esplugues, El Prat, Viladecans…Sant Boi, con su sede propia ACNUR, no se destaca por sus diligencias y resultados para albergar y socorrer a los refugiados de guerra ucranianos y nos pide ya la colaboración pública, para salir del brete en que está, a la espera de unos hipotéticos refuerzos. ¿Para qué sirve nuestra oficina ACNUR, su personal, su local, su presupuesto? Un trampantojo, tal vez.

Hace días, en el barrio centro, me llegaba la noticia de una familia ucraniana viviendo ya entre nosotros, pero sin gestionarlo nuestra flamante oficina. Un ejemplo que se multiplicará si seguimos en “sopor burocrático”. Resaltar que España, con su importante diáspora ucraniana, es el cuarto país en las preferencias de los exiliados. Ni vivas ni mueras, pero lo que se cree y pague para ayudar a los ucranianos les sirva; así de simple. Y así todas las oficinas, empleos y dinero serán útiles y se justificarán sus usos.

Olga Puertas és regidora no adscrita de l’Ajuntament de Sant Boi.

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