A la hora de hacer balance de las elecciones catalanas, debemos celebrar en primer lugar que, desmintiendo los pronósticos agoreros de algunos, la jornada pudo desarrollarse con normalidad gracias al sentido del deber cívico demostrado por los ciudadanos y ciudadanas.
En 1918-19 la gripe española diezmó la población mundial, y sabemos que Sant Boi en 1920 tenía un censo de 6.553 habitantes, pero nos faltan cifras del efecto que tuvo en el entonces pueblo agrícola.
Me gusta ver la política como la solución civilizada para resolver los problemas de la comunidad y la ciudadanía, y no como el problema para conseguir réditos partidistas cortoplacistas.
Acaba el 2020, un año que hemos vivido peligrosamente y la caída de las hojas de otoño, nos lleva a pensar en los caídos, en los ausentes ¿cuántos? sin dignos funerales.
Que no le pase a nuestro ayuntamiento como con el monumento al Doctor Pujadas, fundador del primer manicomio en 1854 de España. La comisión para hacerlo no se reunió nunca. Pujadas, un filántropo, está ausente en su ciudad.
Falta un buen servicio jurídico y una intervención rigurosa de control del gasto municipal, sin decisiones urbanísticas ni con posibles litigios perdedores.
Aquesta situació d’emergència sanitària que estem vivint i el confinament rigorós que hem sofert ens ha de fer posar en valor la necessitat d’espais domèstics de qualitat.
Los presupuestos de Sant Boi para el 2020 deben rehacerse y consensuarse de nuevo para afrontar una nueva situación económica en una una ciudad de menos de 80 mil habitantes, que es segunda en pobreza comarcal y que tiene una renta media inferior a la nacional