Ayer escuchaba atentamente a Cristina Almeida en el I Congreso Nacional de Igualdad de Oportunidades en el Edificio World Trade Center en Barcelona, rodeada del mar Mediterráneo. La escuchaba y me trasladaba a los años pre constitucionales en que la licencia marital estaba vigente y marcaba la vida de las mujeres. Con esa gracia que le caracteriza, Almeida nos exponía su experiencia vital, con un auditorio entregado que viajó en el tiempo, un tiempo al que no quisiéramos volver.
Una recién licenciada en derecho se presentó en una cárcel de Jaén solicitando poder entrevistarse con unos presos políticos, encarcelados por sublevarse al Régimen. Allí se topó con un director de Prisiones, un hombre rudo que le negó el paso. Almeida indignada decidió denunciarlo al Juez de Guardia. Éste antes de recoger la denuncia le hizo varias preguntas, entre ellas, su estado civil (concepto tan arcaico pero aún tan actual). Su respuesta, casada. La de él, que no podía presentar la denuncia sin la autorización de su marido. Su pareja tuvo que firmar ante un notario un libreto amarillo, un documento donde se recogía en que ámbitos estaba autorizada por su marido y que tenía que mostrar para cualquier trámite. En ese mismo instante Almeida tomó conciencia de género, en ese instante entendió que era la licencia marital: la cesión de sus derechos y libertades a su conjugue. El hombre al que había escogido como compañero de vida se transformó en su tutor legal.
No fue hasta el 2 de mayo del 75 que la licencia marital fue abolida, licencia que se recogía en los artículos 60 en adelante del Código Civil desde 1889. Ese 2 de mayo muchas mujeres se reunieron para celebrarlo y quemaron ese libreto amarillo como símbolo de libertad. Y es que no fue hasta entonces que nuestras abuelas y madres pudieron abrir cartillas bancarias, trabajar, viajar solas… en definitiva tomar decisiones por ellas mismas. La licencia marital sometía a las mujeres a sus padres y maridos, y aunque de eso ya hace más de 40 años, la licencia patriarcal continua vigente en el siglo XXI.
Continuamos pidiendo permiso al sistema patriarcal sobre nuestras decisiones vitales. Porque es él quien nos establece nuestros lugar en el mundo. Relegadas a las curas, a la maternidad o al goce de sus placeres sexuales. Es el patriarcado quién nos autoriza cuales son nuestros ámbitos, en ese libreto amarillo invisible que todas las mujeres nos dieron al nacer. O acaso no nos dicen cómo vestir, qué estudiar, dónde trabajar. Nos dibujan un itinerario de niñas buenas, de no levantar la voz, de calladas estamos más guapas. Y continúan nuestros tutores legales tanto en la esfera pública como privada. Los espacios de poder e instituciones están ocupados por hombres, dirigiendo en sus tronos nuestras vidas. En el espacio familiar los hombres continúan creyendo que somos suyas, nos vigilan, nos pegan y nos matan.
Es el momento de abolir el libreto amarillo invisible, por ello este 8M arderán!
Laura Solís és Secretaria de Organización del PSC de Sant Boi de Llobregat