Al escondite inglés

Olga Puertas

El escondite inglés es un juego popular infantil que consiste en contar hasta tres y acercarse a una pared donde un niño de espaldas se gira y descalifica a los que se mueven. Ganará el que se acerque más a la pared sin ser descubierto.

Este juego se practica en muchos ayuntamientos, en especial con los técnicos que en muchos casos son cooptados o designados. Una reciente sentencia del Supremo ha tumbado el intento sindical de conseguir un trato preferente para interinos y laborales en las convocatorias extraordinarias que el gobierno actual esta organizando en todo el territorio nacional, a todos sus niveles. La austeridad ha hecho que entren todos los “agazapados” que llevan 17 años, 10 años, 5 años dentro, bonificando así su largo período de “hibernación”. Es una sentencia ejemplar para intentar paliar el arbitrarismo de muchos ayuntamientos.

Pero surgen problemas que trascienden, para desgracia de los incompetentes, al dominio público. Esto está ocurriendo con el tema de los jabalíes, una plaga europea que en Bélgica y Francia ha movilizado al ejército y cazadores para hacer batidas conjuntas.  ¿Por qué? Porque la peste africana se transmite vía jabalíes y en esta Europa sin fronteras ha aparecido en Chequia. Además, se temen nuevos “saltos”. Cataluña tiene muchos números para que su próspera industria porcina quede afectada. 

Expertos como Carme Rosell de Minuartia vienen vendiendo consejos y avisos con datos de seguimiento científico sobre la excesiva población de jabalíes, animales que son transmisores de una gran cantidad de virus y enfermedades para los humanos.

Sin embargo, a pesar de sus mapas, de sus controles y de la recomendación de hacer batidas con cazadores y guardas forestales; su recetario comprado por técnicos municipales -en su mayor parte biólogos- es guardado sin aplicar medidas concretas destinadas a reducir la cabaña del cerdo salvaje.

La mala gestión forestal, la disminución de licencias de caza y la desinformación, consiguen que la actuación de la técnica medioambiental Gemma López de Sant Cugat del Vallès sea excepcional. Sant Cugat –contaba ella– era y es una ciudad con jabalíes por sus calles y hasta por su centro. La irrupción en zonas de juego infantiles y los ataques a mujeres y escolares con mochilas, motivó a la señora López a habilitar una partida presupuestaria para luchar contra la plaga. Una desafortunada moción de Cs fue modificada y se consiguió dinero para activar medidas que evitaran accidentes de coche y perjuicios a los jardines y arbolado urbano.

El conjunto de medidas coercitivas funcionó y evidenció los compartimientos incívicos de animalistas yendo a buscar a diario 70 kilos de pan sobrante para alimentar a los jabalíes urbanos. También se evitó el vuelco de contenedores, y las modificaciones de los comederos de las colonias de gatos fueron un éxito. Así pues, una salva de aplausos premió la acción de la técnica de Sant Cugat.

El acto en Mataró demostró la invasión de la comarca del Maresme y el exceso de población de “sus scrofa”, que ya hace 44.000 años que eran cazados por los isleños.

Sabemos por expertos, cazadores y agricultores que los servicios municipales están advertidos por la señora Rosell y Minuartia, pero ignoramos porque es necesario pagar 441 euros por sacrificar un jabalí. Y cuando los programas de etólogos en Barcelona y otros lugares demuestran el peligro de que suidos cruzados aumenten su peso y el número de sus camadas.

Sant Boi no puede seguir jugando al escondite con un tema tan grave y de peligroso contagio por la falsa “humanización” de una especie salvaje que algunos alimentan y cuya presencia es “tolerada” por un falso animalismo desinformado.

Olga Puertas es concejala no adscrita en el Ayuntamiento de Sant Boi de Llobregat

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